domingo, 5 de julio de 2009

Especie.

Muchachita de mirada especial, que reza todas sus noches. Reza por lo todo lo que tuvo, lo que tiene y tendrá. Todos quieren tenerla, pero nadie sabe cuál es la magia que esconde. Le gusta esconderlo todo, y sin darse cuenta, siempre se le termina escapando por entre los dedos.
Agradecida ella es por poder defender su honor y su dignidad. Aunque suele quebrarse ante la absurda imagen que un reflejo le provoca. Y es que a veces no puede evitar lastimarse inconscientemente; cerrarle la puerta en la cara a la realidad. Suele saltar por acantilados, en alma desnuda, sin preocuparse por el final de sus vuelos. Empedernida exploradora, cortarle sus alas sería el peor de los crímenes. Igual que intentar cerrarle la boca. Oh, ¡pero que gran error! Ni siquiera de la manera más sana y dulce lo lograrías. Así como también es complicado meterse en su mente, más no en su corazón. Una gran ventana abierta a objetos casuales, placeres y otros cuentos efímeros. Sin embargo, llegar a quererla es un plan muy labioroso y atareador. Para esto debemos armarnos de valor para cruzar largas cordilleras de emociones y tormentas consistentes en sentimientos fuertes. Soportar tropezones, caídas. Y que lindo es llegar a la cima; punto cúlmine de la travesía, donde solo ahí reaccionás del paisaje a tu alrededor: lo afortunado que fuiste de poder haber llegado hasta donde llegaste, mirando hacia atrás, y todo lo que te queda a por recorrer, al mirar hacia adelante. Es ahí, donde empezás a valorar cada paso que das. Es ahí, cuando te aferrás a ella y no querés soltarla nunca más.
Y es por todo esto, amigos míos, ¡que los invito a recorrer los aterciopelados y sinuosos caminos que integran a su maravillosa facultad, única en su especie! Tanto que les aseguro, nunca se arrepentirán.

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